Durante el primer cuatrimestre asistimos a una conferencia en la que se trató el tema de los centros de menores, una temática sin duda muy interesante para mí, ya que desde siempre he querido dedicarme a este colectivo y me ha parecido una buena forma de conocerlo más en profundidad.
Al comenzar la ponencia, vimos un video titulado “si vuelvo me muero”, que me dejó muy impactada. En el se reflejaba la realidad más oscura de estos centros, esa realidad donde los menores son maltratados por el personal que trabaja en ellos, personal que sin duda tiene poco de profesional, pues no me parece que esas formas sean las más adecuadas de tratar a un menor, de educarlo (que se supone que es el fin de estos centros) por muy problemático que estos sean. La mayoría de ellos, han pasado por muchas situaciones complicadas, necesitan a una figura de referencia, y si la única que obtienen es de una persona violenta, que le da represalias por todo, jamás van a sentir deseos de cambiar.
Hay que señalar, que actualmente esta situación está cambiando, según nos contó la ponente, hoy en día se exige que todo el que trabaje en centros de menores sean profesionales del ámbito social (psicólogos, pedagogos, educadores o trabajadores sociales), a excepción de algún guarda de seguridad, pero este no puede intervenir con menores si no es en presencia de un educador social. Esto está muy bien pero me queda la duda de si realmente se aplica en la práctica….
Con respecto a las medidas de contención, se genera un gran debate ¿cuándo estas son realmente necesarias? Pues bajo mi punto de vista, tan solo en un caso extremo, en el que el menor intente algún tipo de agresión hacia el mismo o contra otro personal del centro, pero siempre acompañado de un diálogo, de intentar hacerle reflexionar y entender sobre la situación. También son necesarias en un ejemplo que planteaba la ponente, en el caso que un niño necesita tomar un medicamente y no quiere, esto no debe confundirse con la medicación forzosa. Hay que tener en cuenta, la línea que traspasa la legalidad (aunque muchas veces estas acciones tardan años en ver la luz), y como profesionales es nuestro deber denunciar estas situaciones de maltrato.
Otro de los aspectos que nos explicó la ponente, fue cómo estos pueden clasificarse los centros de menores. Principalmente son dos:
a) Centros de protección: están destinados a niños hasta los 17 años que sean retirados de su entorno debido a situaciones de abandono, malos tratos o negligencia. Dentro de estos centros existen otros tipos:
•CAIM (Centro de acogida inmediata): En estos centros los niños pueden estar hasta los 6 meses, sin embargo la ponente, que trabaja en uno de ellos, nos dijo que en la práctica la edad es hasta de 2 años.
•Centros residenciales
•Viviendas tuteladas
•centros terapéuticos: menores con conductas violentas.
b) Centros de reforma: Está destinado a menores a partir de 14 años que han cometido algún delito.
Por otra parte, uno de los apartados más interesantes de la conferencia fue cuando se nos explicó el procedimiento que se suele seguir a la hora de intervenir con menores. En primer lugar se detecta la situación de riesgo, a continuación actúa el equipo de tratamiento familiar junto con los servicios sociales comunitarios, pero si estos no consiguen su objetivo, se retira al menor de su entorno a través del sistema de protección de menores. Tras retirar al menor, se intenta insertar al menor en una familia de acogida, en el caso de que no sea posible, se le lleva a un CAIM.
Por último, otro aspecto principal de la conferencia, es nuestro papel como educadores sociales en los centros de menores. La ponente, educadora social de uno de ellos, transmitía con mucho entusiasmo su papel, aunque nos aseguro que realiza ciertas labores de las que en teoría, no nos debemos ocupar los educadores sociales (fregar, limpiar, cocinar, etc). Nuestro horario, en muchos casos es ilimitado. El día de mañana, no me importaría realizar estas cosas, lo que me preocupa de esto es que, al hacer todo esto, nos quemamos, nos cansamos, nos agobiamos, y esto a la larga nos repercute en nuestro verdadero trabajo, nuestra labor con el menor. Después de realizar estas tareas, puede que no nos queden ganas de jugar, de realizar alguna tarea con el menor, o que simplemente, esta la hagamos con escasa motivación. Nuestra motivación a la hora de trabajar es imprescindible, es algo que siempre se le debe trasmitir a un menor, ellos deben sentir que nosotros confiamos en sus posibilidades, que no los vemos simplemente como un trabajo más que tenemos que realizar. La ponente nos llegó a decir, que muchas veces debemos asumir un rol paternal que ellos necesitan.